viernes, 22 de julio de 2011

UN TEATRO SIN FLAITES

UN TEATRO SIN FLAITES
(Disposición transitoria)

Por Antonio Urrutia

            En los últimos dos años, la escena chilena ha sido habitada con una frecuencia abismante, por personajes estereotipados, antaño denominados “lumpen proletario”,  ahora rebautizados como “flaites” por el imaginario colectivo. La necesidad urgente, y a veces enfermiza de crítica social, y micro-terrorismo al sistema neoliberal pareciera forzar la creación de los teatristas hacia una dramaturgia sobrepoblada del personaje de la cultura pop. Para ahondar en la problemática, creo necesario establecer una definición de “flaite”, y plantearse la interrogante ¿Es posible teatralizar la disidencia anti-sistémica sin recurrir al flaite?

            Como FLAITE entiendo una imagen caricaturizada del sujeto popular, que generalmente habita los suburbios de grandes centros urbanos, acreedor  de una dicotomía yanqui/latina en su universo cultural. El flaite es un individuo transcultural, pues su materialidad corpórea es ineludiblemente chilena (sus amigos, su procedencia, los lugares que frecuenta), y su imaginario intangible, a veces no-racional es el paradigma del sueño americano; el flaite va a “La Alien” en Bellavista, pero si tuviese los medios estaría en Miami encendiendo habanos con billetes de 100 dólares.
            Se los cataloga como un grupo social de comportamiento tribal, y se los estigmatiza como a negros, o judíos. Todos somos impúdicos cuando hay que hablar de flaites, y curiosamente hablar de flaites es un punto de comunión, es un tema de conversación que imposibilita la disidencia. Si se produjo un asalto, siempre hay dos posibilidades para el culpable, o es peruano, o es flaite ¿Dónde están los flaites? ¿Existen los flaites que estigmatizan a otros flaites? ¿Alguien tendrá algún amigo flaite y se opondrá al tema de conversación? ¿Los flaites se reconocen como tales?
            En términos prácticos el flaite bordea los límites de la ficción y la realidad, pues dado que el signo flaite corresponde a una caricatura, es imposible encontrar a un ser humano que cumpla todos los requisitos para ser catalogado como flaite. Todos los flaites escuchan reggaetón, todos los flaites roban, son cochinos, drogadictos, alcohólicos, disléxicos, neo-analfabetos, y caminan de forma intimidante ¿Qué ocurre si hay un flaite que lee novelas románticas? ¿Existen los flaites homosexuales? ¿Los flaites son confiables? ¿Deja de cumplir con el adjetivo un flaite que tiene buena pronunciación y postura corporal? Hasta el momento los flaites han sido representados tal como se representa al gay (no es menor que ambos sean parte de comunidades estigmatizadas) en los espectáculos revisteriles: una caricatura más cercana a la visceralidad de la bestia, sin rasgos humanos. Ambos estereotipos en la representación no son sino un signo vacío, una forma carente de cualquier contenido.

            El teatro a diferencia de la realidad logra accionar como una lupa de esta misma. Todo se ve más grande, podemos discriminar todos los defectos de una situación cotidiana; en la vida real una almuerzo familiar resulta algo normal, pero si escenificamos el mismo almuerzo, empezarán a notarse las jerarquías que operan en la situación-almuerzo, las diferencias de género y etarias, y notaremos que algo sospechoso ocurre en ese almuerzo que en la realidad es una reunión ordinaria. El teatro es por antonomasia una plataforma de crítica, todo personaje teatralizable es un personaje al cual se critica solo por el hecho de ya estar en escena. Si colocamos a un flaite en escena, lo que estamos criticando también es al signo flaite, a la corporalidad flaite, por muy anti-sistémico que sea el discurso de la obra.
            ¿Merece ser nuevamente estigmatizado un flaite? ¿De qué sirve tomar conciencia de las injusticias de este país en el teatro, si además nos burlamos de la forma en que lo dijo el personaje? Debemos terminar de una vez por todas con esto, y lograr que otras corporalidades, y otros signos puedan ser develados. Si queremos criticar al capitalismo y a la posmodernidad como sociedad ¿Por qué no utilizamos las figuras que las estructuran? ¿Qué ocurriría si observamos a George Bush en una situación coloquial hablando de la guerra en Iraq? ¿No son suficientes las propias armas del enemigo para poder contraatacarlo?
            Tomemos como referencia a Hitler, y los últimos videos de youtube (que toman como punto de partida la actuación de Bruno Ganz en “La caída”). Esos videos operan de tal modo que trasvasijan todo el discurso original, el contenido de la figura de Hitler, y Hitler queda desnudo con todos sus defectos. Es necesario retomar por un tiempo a la parodia como método efectivo de microterrorismo, pues la parodia es capaz de lograr develar sin piedad el modo de operar de los personajes. Debemos terminar con las caricaturas del estigmatizado, darle protagonismo y limpiar su nombre mancillado. El oprimido tiene que dejar de ser anormal, y pasar a ser un personaje noble. El teatro no solo tiene que representar la realidad intacta, tiene que hacer justicia a como dé lugar, tanto en términos discursivos como formales.

           
           



                                                                                                        Antonio Urrutia L.

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